Dicen que a un árbol le pueden cortar las hojas, las ramas, inclusive el tronco, pero si quedan las raices, más tarde o más temprano volvera a ser el mismo.
Ya lo decía el Principito. Nacen de una semilla ínfima. Minúscula. Insignificante. Más tarde, sin embargo, para quien no los taló desde un principio, para quien no los distinguió del inofensivo rosal, pueden tornarse baobabs gigantes.
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